El casco antiguo de la ciudad de Panamá es una ciudad dentro de la grande, olvidada en su mayoría, se cae a pezados mientras turistas con ojos grandes caminan por sus calles desiertas observando las casas que ahora son inquilinatos y que alguna vez representaron las construcciones mas importantes del lugar. La otra ciudad, la de los edificios y hoteles lujosos se ve a lo lejos, se siente lejana.
jueves, 26 de febrero de 2009
CIUDAD DE PANAMÁ
El casco antiguo de la ciudad de Panamá es una ciudad dentro de la grande, olvidada en su mayoría, se cae a pezados mientras turistas con ojos grandes caminan por sus calles desiertas observando las casas que ahora son inquilinatos y que alguna vez representaron las construcciones mas importantes del lugar. La otra ciudad, la de los edificios y hoteles lujosos se ve a lo lejos, se siente lejana.
Un domingo en el "Trueke"
El "Trueke" es un espacio de intercambio donde el dinero se convierte en "floricambios" generando un lugar de calidez y encuentro. Se realiza en la plazoeta central de anta Elena, a unos 17 kilómetros de la Ciudad, en un recorrido que dura por lo menos 45 minutos. El clima es frío, entre 15 y 21 grados por lo que los visitantes no deben olvidar traer abrigo.
El evento surge de la necesidad de recuperar práctcas sanas de comercio y consumo sobre la base de una economía solidaria donde el medio ambiente y la comunidad salgan favorecidos, la idea es recuperar propuestas alternativas donde se produzacan productos saludables y puedan cambiarse libremente durante la celebración.
En la feria no se reservan el derecho de admisión, tanto objetos como visitantes pueden llegar libremente sin distinción de raza ni colos, nuevo o usado, el recorrido es gratuito. Para que el comercio sea más ágil y organizado usted podrá utilizar cada "Floricambio" por un valor de mil pesos.
Si tiene objetos que no necesita, es la oportunidad perfecta para cambiarlos, o si prefiere ubicarse en uno de los puestos de exposición, lo puede hacer durante todo el día, por un valor de diez mil pesos. Allí se ofrecen productos que van desde frutas y verduras orgánicas, animales domésticos y fertilizantes naturales hasta las más deliciosas preparaciones vegetarianas. También puede conseguir artesnías, pinturas y productos de aseo que no contaminan el medio ambiente.
La feria es todo un encuentro donde se intercambian sonrisas y experiencias, el recorrido es ameno y algunas veces es amenizado por músicos que le permitiran bailar mientras disfruta de un trago de vino de mortiño o maracuya.
Ya sabe, no se pierda esta fiesta de comercio sano donde es posible que aparte de pasar una tarde agradable y recfordar las formas de comercio ancentrales, se lleve a su casa muchos artículos que pueden interesarle.
Sintiendo mi barrio
No hay semáforos, ni calles congestionadas, ningún visitante ajeno toca la puerta, nadie pide, nadie vende, no llegan evangelizadores pidiendo un poco de tiempo. No se escuchan los gritos de niños jugando con la pelota, tampoco hay tiendas en donde comprar la leche cuando se acaba y averiguar los acontecimientos de última hora. El rostro de los vecinos es tan ajeno como la distancia de sus casas. Son cercanos en cambio, el canto de los pájaros, el aroma de las flores y los pasos lentos de las vacas sobre las hojas caídas. Son cercanos los árboles, las voces del agua de una quebrada cercana y el abrazo de las montañas vestidas con su traje verde original.
Una calle empinada y gravemente herida por la filtración de agua conduce a mi barrio. Es por esto que sólo sus moradores y algunos deportistas llegan hasta el lugar. Subir a pie es un viaje que roba muchas gotas de sudor al cuerpo pero regala a cambio, unas bocanadas de aire puro y un paisaje tranquilizador.
El barrio está en una de las montañas que rodean el Valle de Aburra, en el Municipio de La Estrella. Los que allí vivimos, tenemos el privilegio de observar la ciudad desde arriba y así creer que estamos más cerca de las nubes, envueltos en el silencio del campo. También por estar casi en el extremo sur del Valle de Aburrá recibimos casi a diario las lluvias que vienen del Norte.
San José es el nombre de mi barrio, y es también el que los conductores de transporte público les disgusta poner en sus ventanas. “Es que por acá los carros se dañan mucho, con un día de viajes a la semana el carro queda todo desajustado”. Tal vez sea ésta la razón por la que los colectivos suben al barrio cada dos horas y sólo hasta las 8:00 P.M.
Desde San José Medellín luce inofensiva, callada y tímida, se siente lejana. Pero la ciudad del ruido y el movimiento esta a sólo a 15 kilómetros de mi barrio verde, donde todavía se siembra plátano, papa y yuca en los solares de las casas.
A veces creo que la lejanía durará poco y que el mantel empezará a tornarse gris como las montañas que alcanzo a ver en el norte. Que las pequeñas luces que se ven como cucuyos inmóviles, dominaran la noche que reina todavía en mi barrio y que llegarán vecinos todavía más lejanos. Por ahora, veo el futuro desde arriba, mientras vuelan los pájaros y las vacan comen el pasto con la tranquilidad de que Medellín está todavía muy lejos.
Los sabores de la calle
Las calles de Medellín son testigo, cada tanto, en las aceras y las esquinas de cómo la ciudad ofrece puestos improvisados de alimentos que no tienen mesas ni meseros pero que pueden ser más amenos que cualquier restaurante, donde se hace honor a los más tradicionales platillos, con lo que se alimentaron padres y abuelos y que poco a poco empiezan a ser rechazados por los jóvenes que interesados en costumbres importadas, desconocen la comida que disfrutaron tantas generaciones.
La magia de los sabores de la calle es su carácter rápido y efímero, no hay tiempo para utilizar cubiertos ni platos adecuados, aquí el cartón y el Icopor son los materiales principlaes que reemplazan la impecable vajilla. Los sabores aunque pasan rápido por la boca, en ocasiones pueden dejar como recuerdo un aroma imborrable en las manos al menos por las primeras horas.
Somos hijos del maíz, con él crecimos y nos seguimos alimentando: las arepas aunque no le roban el puesto urbano a las empanadas, son de los alimentos más comúnes que ofrece esta popular gastronomía. Usted puedo conseguir arepas de chócolo con quesito, de queso con un dulce que neutraliza la sal de la primera o la tradicional con mantequilla y cualquier acompañante, que va desde un trozo de morcilla hasta una carne de hamburguesa.
Los dulces también pelean por su espacio y se ofrecen de diferentes sabores, texturas y colores. Si tiene sed puede calmarla con un "raspao" de hielo donde se dibuja una arco iris que se derrite con el sol. Un postre divertido puede ser el algodon de azúcar que desaparece al tocar la lengua y se asemeja a nubes dulces entrando por la boca.
La calle es un banquete donde usted puede elegir entre muchas opciones que no tienen espacio para lo "light" bajo en aúcar o en grasa pero sí para deliciosas preparaciones que dejan conocer esta Ciudad por medio de sus más representativos sabores.